Melanie Gray
On my first day as a volunteer with Primeros Pasos, I was told to jump in the back of a pick-up with a destination I could not yet pronounce the name of. As I was jostled through the rugged and beautiful Palajunoj Valley, part of me was thinking, “This is amazing!” while another part of me was thinking, “What did I get myself into?”
The three months that followed were equally exciting and inspiring. I am consistently impressed with the impact that Primeros Pasos has on the communities it serves. I met women in Las Majadas who now have the knowledge and resources to make their children’s nutrition a priority. I met students in Xecaracoj who look forward to the mobile clinic each year because they know it is their one guaranteed check up. I met residents throughout the valley who stated, when being surveyed about where they go to see a doctor, that they visit Primeros Pasos more than any other facility.
I loved so much about my experience as a volunteer: learning about the health disparities that affect the patient population, the fact that every day presented a new opportunity to be involved in a different project or program, and most importantly, the people I worked with. I can say without a doubt that the staff at the clinic and the volunteers who go to Quetzaltenango truly care about improving the nutrition, education, and overall health of the Palajunoj Valley. I am thankful to have learned from them about healthcare, compassion, and how to make a great difference when given few resources to work with.
To anyone considering volunteering with Primeros Pasos—go for it! Not only will you get to learn something new every day, but you will have an amazing time exploring Xela and Guatemala. When you are watching the sunrise from the highest point in Central America, making friends at every corner between El Calvario and Parque Central, and eating the best tortillas you never knew you couldn’t live without, you will be so glad you came.
“To anyone considering volunteering with Primeros Pasos—go for it! ”
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En mi primer día como voluntaria con Primeros Pasos, me dijeron saltar en un pick-up con un destino cuyo nombre ya no pude pronunciar. Mientras estaba siendo empujada por el irregular y hermoso Valle Palajunoj, por un lado estaba pensando, “Esto es increíble!” mientras que por otro lado estaba pensando, “Qué estoy haciendo?”
Los siguientes tres meses fueron iguales de emoción e inspiración. Siempre me impresiona el impacto que tiene Primeros Pasos en las comunidades que sirve. Conocí a mujeres de Las Majadas quienes ahora tienen el conocimiento y los recursos para reconocer como prioridad la nutrición de sus hijos. Conocí a estudiantes de Xecaracoj quienes miran hacia adelante a la clínica móvil cada año porque saben que es su única cita garantizada con un médico. Conocí a residentes por todo el valle quienes me dijeron, durante una encuesta sobre donde van para ver un médico, que van a Primeros Pasos más que cualquier otro centro.
Me encantaban muchos aspectos de mi experiencia como voluntaria: aprendiendo sobre las disparidades que afectan a la población de pacientes, que cada día presentó una oportunidad nueva de ser involucrada en un proyecto o programa diferente, y lo más importante, la gente con que trabajé. Puedo decir sin duda que el personal de la clínica y los voluntarios que van a Quetzaltenango les importa verdaderamente mejorar la nutrición, la educación, y la salud en general del Valle Palajunoj. Estoy agradecida de haber aprendido de ellos sobre la asistencia médica, la compasión, y como hacer una gran diferencia cuando se da pocos recursos para trabajar.
A cualquiera que esté pensando en ser un voluntario con Primeros Pasos—hazlo! No solo va a aprender algo nuevo cada día, sino que tendrá un tiempo increíble explorando Xela y Guatemala. Cuando esté mirando el amanecer desde la cima más alta en Centroamérica, encontrando amigos en cada esquina entre El Calvario y Parque Central, y comiendo las tortillas riquísimas que nunca sabías que no podrías vivir sin comerlas, estará tan contento que vino.